Texto de la intervención en el Conversatorio celebrado en Valparaíso el 13 de enero de 2022 en el evento organizado por Eurosocial+ «Pactos políticos y sociales para una nueva América Látina»
(agradezco la generosidad de Luis Marañón y Rafael Rubio algunas de cuyas ideas he tomado prestadas para esta intervención)
A pesar de los avances de en materias de transparencia legislativa, los congresos han sido históricamente las instituciones que generan mayor desconfianza ciudadana al menos en la experiencia y perspectiva española y creo que también en los parlamentos de nuestro entorno.
Creo importante responder a las siguientes dos preguntas:
- ¿Qué está faltando para un mayor acercamiento entre los ciudadanos y los parlamentos?
- ¿Qué se necesita para que los ciudadanos perciban la relevancia del rol de los parlamentos en un sistema democrático?
El Parlamento se encuentra en el punto de mira como nunca lo había estado, todo artículo que examine su labor, su utilidad o el rol que juega dentro del sistema político comienza por resaltar la crisis de legitimidad a la que se enfrenta.
Si se examinan los datos de la European Social Survey ronda 2018 vemos que la confianza en las instituciones parlamentarias a nivel europeo no ha mejorado sustancialmente en los últimos 15 años.
El porcentaje de ciudadanos europeos que confiaban poco o nada en sus parlamentos era de un 36,8 % en en el año 2002 y del 44% en el año 2018. Como se puede ver poco o nada se ha avanzado en términos de confianza.


No hay que confundir descontento con desafección
Como ya explicaban en el lejano 2013 José Ramón Montero y Mariano Torcal, el descontento supone la insatisfacción por los rendimientos negativos del régimen o de sus dirigentes ante su incapacidad para resolver problemas básicos. El descontento no suele afectar a la legitimidad democrática. El descontento es sobre todo coyuntural, y depende de los vaivenes de una opinión pública vinculada a la popularidad de los Gobiernos y de sus políticas; de ahí que pueda corregirse por los cambios electorales o las mejoras económicas.
La desafección implica desapego o alejamiento de los ciudadanos con respecto al sistema político. Suele medirse por:
- el desinterés hacia la política,
- las percepciones de ineficacia personal ante la política y los políticos
- el cinismo hacia ambos
- sentimientos combinados de impotencia, indiferencia y aburrimiento hacia la política.
Las consecuencias de la desinformación son: la pasividad y el rechazo indiscriminado de partidos y dirigentes políticos.
Lo verdaderamente grave es la desafección porque es lo que conduce a la verdadera crisis de legitimidad de las instituciones.
Es necesario realizar un buen diagnóstico de las causas de la desafección
Entre las causas de la desafección podemos citar las siguientes:
Las procedentes de una cierta teoría política
Entre las causas de la desafección no hay que perder de vista una cierta teoría elitista de la democracia. Algunos Los teóricos de la democracia contemporánea han subrayado que “la participación de unos pocos y la apatía de los muchos es fundamental para garantizar la estabilidad democrática”. Se asume que decidir sobre los asuntos públicos es una tarea demasiado complicada como para dejarla en manos de la ciudadanía, cuyo papel se reduce a legitimar el poder de las élites electas.
Una cierta tradición de la democracia liberal ha enfatizado la necesidad de ver la política como un lugar o un conjunto de instituciones que son manejadas por otros (políticos, burócratas, militantes de los partidos) minusvalorando el grado en el que la participación activa de los ciudadanos enriquece la política.
Una derivada de esta teoría política es que no hay un pensamiento colectivo, la sociedad está centrada en una solución individual/familiar. Que se puede plasmar en frases como “No impuestos, solo tendré lo que me pueda pagar yo”. Por tanto, una institución basada en la gestión de lo común queda fuera de esta lógica.
Razones derivadas de la sociología política
Sin embargo, considero mucho más útil para realizar ese diagnóstico de la desafección mirar hacia la sociología política. Se pueden enumerar, entre otras, la siguientes.
Desconocimiento
La ciudadanía, a pesar de los esfuerzos que realizan los parlamentos a través de sus herramientas de comunicación, no conoce en profundidad la labor parlamentaria, porque apenas se informa de ella en los medios de comunicación de masas. El relato que se transmite se parece más a un escenario más de batalla política y discusión, porque se muestra únicamente esa dimensión en los cortes de los informativos. No se percibe la utilidad, la relevancia ni la trascendencia de las funciones del parlamento.
Confusión entre la institución y sus miembros
Se achaca a la institución los posibles malos funcionamientos de sus miembros (los parlamentarios). Hay que señalar en este sentido, que el funcionamiento del parlamento no es la causa primera de la desafección, sino la propia política o el sistema de partidos en general
Ausencia de “lenguaje fácil” o de “comunicación clara”.
No se entiende ni la labor ni el lenguaje. Es difícil hacer un seguimiento del lenguaje térnico que muchas veces de utiliza para referirse a las funciones parlamentarios. «Proposición no de ley», «moción consecuencias de interpelación», «avocación del debate por el Pleno» y tantas y tantas otras expresiones técnicas a veces conviertes al parlamento es un “muro inflexible” cuyo lenguaje no se entiende al estilo del clásico marxista (“la parte contratante de la primera parte…”)
El parlamento se ve como algo inaccesible
El gran peligro es que la institución se sienta como dominada por unos pocos que disfrutan de privilegios inimaginados. El parlamento se asocia a un lugar de distribución de ingresos y retribuciones para los propios miembros, sobre el que tienen el control los partidos y no la ciudadanía. El ciudadano percibe que no tiene influencia sobre lo que ocurre dentro de las cámaras. Es lo que se denomina popularmente “vivir en universos paralelos”. Estas afirmaciones no quieren decir que los parlamentos no hayan hecho en las últimos décadas muchos esfuerzos de comunicación y de accesibilidad y sería injusto no reconocer el esfuerzo de modernización de sus páginas web o de la creación de «canales parlamento» para la emisión de las sesiones parlamentarias a través de diversas plataformas o a través de internet. Considero la política audiovisual propia una de las más rentables y eficaces de las emprendidas.
Igualmente, en este último aspecto las políticas de transparencia activa y efectiva tienen mucho que decir para corregir esta brecha de inaccesibilidad.
Sensación de que el parlamento no tiene capacidad de resolver los problemas.
Las personas sienten que las instituciones no dan respuesta a sus necesidades cotidianas. La globalización, sin duda, ha alejado los lugares de la toma de decisiones tanto geográficamente como emocionalmente.
No se percibe que el control parlamentario equivalga a control ciudadano.
Las coberturas de los medios de comunicación de la actividad parlamentaria están más cercanas a una transmisión deportiva (le han metido un gol al presidente, la oposición ha hecho una defensa contundente) o a la cobertura de la prensa rosa (que se besen, que se besen), que sitúan el relato de lo acontecido en una dinámica de amigos o enemigos).
En resumen, lo que nos dice la sociología es lo siguiente:
Prevalece por el desconocimiento antes aludido la notoriedad de las dinámicas de confrontación por encima de las dinámicas de cooperación. En el imaginario colectivo el deseo de «que se entiendan» prevalece sobre la confrontación aunque no es menos cierto que la polarización existe por es rentable electoralmente cerrándose así un círculo peligroso, confronto porque me es rentable electoralmente pero la que sale perdiendo es la institución
Hay un predominio de la visibilidad de la faceta competitiva-electoral por encima de la administrativa/productiva/políticas públicas. Es decir, el ciudadano tiene la percepción de que en el parlamento “no se habla de lo que pasa en la calle” ni de las necesidades reales sino que lo que ocurre sólo interesa a los funcionarios/técnicos que allí trabajan o es un mundo de manipulaciones políticas.
Conclusión
“Es la hora de la sociedad”, escribía José Ignacio Torreblanca también en un lejano 2013 para referirse a que, dentro del desastre en términos de confianza que atraviesa la sociedad española, se había producido un elemento positivo en lo relativo a la aparición de formas emergentes de movilización de la sociedad a través de plataformas organizadas, de iniciativas de ciberactivismo, de colectivos que reflexionan sobre el bien común.
Sin embargo, la conclusión a corto plazo es que es sumamente difícil que llegue a haber grandes adhesiones en torno al parlamento a pesar de lo anunciado por tantos autores. La aspiración realista debe ser, en mi opinión, que no se siga aumentando el rechazo y el destrozo, es decir, trabajar en formato «control de daños» para actuar sobre los aspectos de mayor desgaste estructural del edificio.
Es muy posible que sea imposible un gran pacto para la reforma total de la institución, por tanto, creo que sería muy positivo ir generando pequeños consensos en torno a reformas parciales del reglamento, por ejemplo para regular los grupos de interés, para ampliar las posibilidad de las solicitude de acceso a la información que vayan más allá de los aspectos ceñidos a la actuación administrativa del parlamento, abrir pilotos de participación ciudadana en relación con alguna iniciativa relevante del parlamento, ampliar las posibilidades de información sobre los desplazamientos de los diputados que están muy limitadas en la normativa actual. Siempre he creído con Gramsci que hay que situarse en el “pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”
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