A pesar del concepto acuñado en la opinión pública de “vacaciones parlamentarias” los datos demuestran que en los meses de enero se presenta un alto volumen de iniciativas de control y de orientación política.
Como esas citas que a nadie le apetece acudir pero que llegan inexorablemente, cada mes de enero hay medios de comunicación de muy diverso talante que sacan una pieza que titulan, con más o menos gracia, “vacaciones parlamentarias“, “volvemos en febrero” y diversas variantes.
Esa idea, deliberadamente confusa, cala porque el Parlamento sufre un grado de desprestigio como no había conocido nunca. En una encuesta reciente de Demoscopia para El País, la forma en la que el Parlamento desempeña sus funciones es desaprobada por un 82%. Esa desaprobación sólo es superada, obviamente, por los bancos, los partidos políticos y los propios políticos. Desolador.
En momentos como los actuales, en los que la salida de la crisis requiere fuerza de las instituciones para transmitir mensajes de esperanza y confianza en el futuro, es preocupante que la opinión pública, si se tienen en cuenta las encuestas, no tenga ninguna confianza en las personas o instituciones que tienen que tomar las decisiones correctas para salir de esta delicada situación.
Por otra parte, en ciertos círculos se escuchan dos ideas igualmente dañinas. La primera es que esa percepción sobre la política cambiará radicalmente en cuanto llegue el crecimiento económico y la recuperación. La segunda, que no es necesario hacer autocrítica alguna ya que el funcionamiento de las instituciones es correcto y la democracia está consolidada.
Lo primero puede tener algo de profecía autocumplida pero, ciertamente, las series estadísticas retrospectivas pueden avalar esta opinión. Sin embargo, aunque eso ocurra, el Parlamento se habrá dejado jirones demasiado grandes en el camino. Sobre lo segundo cabe decir que éste puede ser un gran momento para convertir esas amenazas sentidas como tales en oportunidades para abrir la Cámara y mejorar la democracia precisamente con más y mejor democracia.
Un uso desfasado
Las mal llamadas vacaciones parlamentarias tienen su justificación está en el artículo 73.2 de la Constitución española que dice:
Las Cámaras se reunirán anualmente en dos períodos ordinarios de sesiones: el primero, de septiembre a diciembre, y el segundo de febrero a junio
En nuestro constitucionalismo histórico, como señala Mercedes Araujo, “surgieron los períodos de sesiones, antes denominados “legislaturas”, para asegurar unos períodos mínimos en los que las Cámaras ejerciesen sus funciones”. En el artículo 106 de la Constitución de Cádiz de 1812 se establecía:
Las sesiones de las Cortes en cada año durarán tres meses consecutivos, dando principio el día primero del mes de marzo. Artículo 107. Las Cortes podrán prorrogar sus sesiones cuando más por otro mes en sólo dos casos: primero, a petición del Rey, y, segundo, si las Cortes lo creyeren necesario por una resolución de las dos terceras partes de los diputados
Es decir, que el sentido primero de los periodos de sesiones era totalmente contrario a como lo entendemos ahora. Se establecía para garantizar que, frente a las intromisiones del monarca, las Cortes permanecerían abiertas un periodo “mínimo”.
Posteriormente, de acuerdo con Esteban Greciet, los dos viejos argumentos por los que se justificaba los periodos de sesiones separados ya no tienen sustento: por un lado, ni los diputados tienen que recorrer kilómetros en medios precarios para llegar a la sede parlamentaria y, por otro, el Gobierno no tiene que tener un tiempo adicional para atender otras tareas ya que se supone que dispone de medios sobrantes para atender el gobierno diario y mantener su atención hacia el control parlamentario.
Otros parlamentos de nuestro entorno han realizado modificaciones constitucionales para asemejar el ritmo parlamentario al académico, por ejemplo, la reforma de 1958 de laConstitución francesa dejaba el artículo 28 con esta redacción:
El Parlamento se reunirá de pleno derecho en un período ordinario de sesiones que comienza el primer día laborable de octubre y termina el último día laborable de junio
Sobre esta realidad, desde pasadas legislaturas, está abierto el debate sobre la posibilidad de ampliación de los períodos de sesiones de las Cámaras como mínimo a los meses de enero y julio. No obstante, estos intentos se han topado, como señala Fernando Galindo, con la dificultad de que cualquier medida que pretendiera equiparar la actividad de estos meses a la de los períodos ordinarios de sesiones requeriría de una reforma constitucional.
Esta ampliación se ha producido, de facto, en el Congreso de los Diputados a través de otras vías reglamentarias de forma que, por ejemplo, la Diputación Permanente del 19 de enero de 2011 convocó una sesión plenaria con un orden del día completo que se celebró los días 25 y 26 de enero de 2011. En el Senado, por su parte, es el propio Pleno el que aprueba un calendario de funcionamiento para los períodos de enero y julio.
En enero sí se trabaja
Por otra parte, los datos de las iniciativas presentadas en un mes de enero muestran que la actividad tanto de los diputados individuales como de los grupos parlamentarios no se detiene en estos meses. En el gráfico adjunto se ven las iniciativas de control presentadas en los meses de enero de 2009, 2010, 2011 y 2012. Dentro de las iniciativas de control se consideran, según la clasificación realizada en la web del Congreso, interpelaciones, preguntas escritas, preguntas orales y solicitudes de informe, es decir, las iniciativas típicamente presentadas por diputados individuales.
Gráfico de las iniciativas de control (2009-2012)
Estos datos son públicos y se pueden extraer del buscador de iniciativas de la página web. Un mes de actividad ordinaria de la cámara, por ejemplo, en febrero de 2012, se presentaron 2155 iniciativas de control. Es cierto que se puede apreciar un descenso si se comparan los datos de 2009 y 2010 pero hay que tener en cuenta que en 2011 y 2012, como se ha dicho anteriormente, se celebraron sesiones plenarias de control.
La misma pauta puede observarse para las iniciativas llamadas de orientación política, esencialmente las proposiciones no de ley y las mociones, que son iniciativas presentadas por los grupos parlamentarios. En este cuadro se puede observar como la presentación de este tipo de iniciativas ha crecido notablemente en enero de 2012 y prácticamente igual a las presentadas en febrero de 2012 que fueron 262.
Iniciativas de orientación política (2009 – 2012)
Estos datos muestran que durante las “supuestas” vacaciones parlamentarias tanto parlamentarios como las estructuras de los grupos siguen trabajando con plena normalidad cumpliendo sus funciones.
La transparencia como vía
Es necesario explicar, además, que el trabajo parlamentario va más allá de lo que puede ser objetivable en unas estadísticas parlamentarias. Hay que citar la actividad de relaciones internacionales que ahora se puede conocer mucho mejor a través del apartado correspondiente de la web del Congreso donde se ofrece información explicativa sobre los contenidos de las reuniones de delegaciones y otros órganos.
Igualmente, hay que señalar también que hay una actividad muy importante en las distintas circunscripciones de los diputados de reuniones con colectivos y personas que se desarrollan, también, como es natural en estos meses. Tampoco se paraliza la actividad legislativa y, por ejemplo, en este mes de enero se ha anunciado que tendrán lugar las comparecencias de expertos en relación con el proyecto de ley de transparencia.
Una pequeña manera de mejorar la reputación del parlamento es intentar explicar qué es lo que hacen los diputados y diputadas. En este sentido hay que saludar la noticia de que Civio, Ideograma y Data’n’Press con el apoyo no sólo intelectual de Antoni Gutiérrez-Rubí, vayan a colaborar con el colectivo Qué hacen los diputados para desarrollar una aplicación relativa al seguimiento parlamentario. Estas iniciativas ciudadanas, lejos de contribuir al desgaste de la institución, por el contrario, son elementos para recuperar la confianza de la ciudadanía en la institución.
Cuando se ha perdido la misma, como demuestran las encuestas, hay que realizar acciones positivas para recuperarla, dar más y mejor información sobre lo que uno hace, facilitar que el que se ha alejado se acerque con más y mejores datos para verificar qué hay de cierto en las opiniones publicadas.
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